miércoles, 12 de agosto de 2009

TUS MANOS SON LAS MANOS DE DIOS

Es hora de ponerse en marcha. El Señor hace un llamando a todos los valientes que quieran tomar su cruz y salir al mundo a anunciar el evangelio. Llegó la hora de asumir el compromiso y tomar nuestro puesto y nuestra responsabilidad en la construcción del reino de Dios. No podemos seguir evadiéndolo, no hay más disculpas que se puedan dar. El mundo está sediento y necesitado de su palabra y del testimonio de una iglesia que cree y vive en el amor de Dios.

La iglesia necesita que sus miembros abandonen la pasividad y comodidad a la que nos hemos acostumbrado y puestos en pie de lucha, volvamos a ser la IGLESIA MILITANTE de la que nos habla el catecismo. Aquí nadie puede seguir haciéndose el de la vista gorda. La iglesia somos todos y cada cual, “como los miembros de un solo cuerpo” debe identificar y asumir su tarea para cumplir con la misión que el mismo Jesús nos ha encomendado: ir por el mundo y hacer discípulos de todas las naciones.

Los adultos están llamados a retomar la responsabilidad por la educación y formación espiritual de las nuevas generaciones, padres y madres de familia que con su ejemplo y consejo, cimenten con bases sólidas los valores del evangelio en la mente y el corazón de sus hijos e hijas. Los maestros, a apoyar denodadamente este esfuerzo desde el aula de clase enseñando a sus alumnos a alabar a Dios descubriendo las maravillas de la creación, sensibilizando sus almas con la práctica del arte, desarrollando su pensamiento pero sobre todo, dando testimonio de vida y de entrega en el amor. Hoy más que nunca, cuando pareciera que los medios de comunicación masiva que impulsan al consumismo y pretenden manipular nuestras mentes y alienar a nuestros jóvenes están ganando la batalla, se necesitan maestros preparados, inteligentes, innovadores y valientes, para arrebatar las jóvenes mentes de la vacuidad y la estupidez reinantes.

Los jóvenes deben dejar de poner la disculpa de su edad para no convertirse en la fuerza renovadora de la iglesia y de la sociedad. Comenzar por tomar en sus manos la responsabilidad sobre su propia formación académica, humana y espiritual en la búsqueda de asumir el liderazgo que el mundo de hoy exige de las nuevas generaciones al interior de la iglesia y desde esta misma hacia el mundo entero. Sobre todo tienen la obligación de soñar con todas las fuerzas de su corazón, de hacerlo continuamente, y de ponerse en el trabajo de conquistar esos sueños. Sueños donde se construye una patria mejor, donde trabajamos juntos por presentes y futuros llenos de promesas y realidades, donde la iglesia unida busca la paz para el mundo y se convierte en respuesta a sus inquietudes.

Los niños también tienen su tarea. NUNCA DEJAR DE CREER. Cuando somos niños todas las respuestas están resumidas en una palabra: DIOS. Luego cuando crecemos, esta simplicidad no nos convence y poco a poco vamos complicándolo todo hasta que simplemente ninguna respuesta nos satisfacen y luego, al pasar los años y habiendo vivido muchas experiencias volvemos a darnos cuenta que la verdad la teníamos enfrente y que la abandonamos por tonterías. Muchas veces, estando ya en nuestro lecho de muerte, volemos a encontrar la respuesta única y verdadera, DIOS.

Los niños están llamados a disfrutar de esa presencia permanente de Dios que sólo se vive desde la inocencia. Por eso Jesús mismo nos dice que debemos ser como niños para entrar en el reino de los cielos. Ellos, que no conocen la maldad deben defender su inocencia y no dejarse meter el cuento de que Dios no es la respuesta. Mucho cuidado “hay de aquel que escandalice a uno de estos pequeños…”

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